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PASARELA A LA FAMA

Introducción. Por miedo a Nahas el anónima, quien le había sacado el ojo derecho a todos los habitantes del Israel Oriental, el pueblo se apresuró a pedir un rey; renuentemente el Señor estableció a Saul como príncipe de su pueblo, pero este cometió errores continuos, hasta que por su orgullo y testarudez fue desechado. Aunque el profeta Samuel lo lloraba todos los días, Dios fue tajante y le mando llenar su cuerno de aceite para trasladarse a la aldea de Belem, donde tendría que ungir a un hijo de Isai, para sustituir al viejo y oxidado, además de rebelde y altanero Saul. La misión era peligrosa y arriesgada para el anciano profeta, pero la orden fue apremiante, Dios se había buscado un hombre conforme a su corazón y le ungiría, aunque todavía fuera un adolescente, ¡casi un niño para gobernar sabiamente a su pueblo!.

«Y cuando todos estuvieron reunidos, Samuel vio a Eliab, y pensó: «Seguramente, éste es el que Dios ha escogido.» Pero el Señor le dijo: «No te dejes llevar por su apariencia ni por su estatura, porque éste no es mi elegido. Yo soy el Señor, y veo más allá de lo que el hombre ve. El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero yo miro el corazón.» Luego Yesé llamó a Abinadab, y lo puso enfrente de Samuel, pero éste dijo: «Tampoco éste es el elegido del Señor.» Yesé presentó también a Samá, y Samuel repitió que tampoco éste era el elegido del Señor. Yesé le presentó a siete de sus hijos, pero Samuel le dijo que el Señor no había elegido a ninguno de ellos. Y le preguntó: «¿Éstos son todos tus hijos?» Yesé respondió: «Falta uno, que es el menor, pero él anda cuidando las ovejas.» Y Samuel le dijo: «Manda a traerlo, porque sin él no podemos sentarnos a la mesa.» Yesé mandó a traerlo, y cuando éste llegó lo invitó a pasar. Era un jovencito rubio, de hermosos ojos y de agradable apariencia. Entonces el Señor le dijo a Samuel: «Éste es mi elegido. Levántate y conságralo.»»
‭‭1 Samuel‬ ‭16:6-12‬ ‭RVC‬‬

I. Nuestro mundo actual está enfermizamente dominado por las modas y tendencias, en el, la apariencia lo es todo; como te ven te tratan; una buena presentación te abre las puertas de un trabajo, un buen cuerpo y una linda figura te conquista honores y privilegios; de hecho estamos obsesionados por ser delgados y los que estamos pasados de peso, estamos sujetos a menosprecio y la gordura ahora es sinónimo de enfermedad y tantos problemas. Los sentimientos y valores como que no son apreciados, ¡el buen carácter y la honradez solo resalta con el paso del tiempo!.

II. El primogénito de Isai fue el primero en entrar en la pasarela del reino, su estatura y su gran apariencia hasta al anciano profeta sedujeron; el inmediatamente pensó, que era el elegido para reinar en lugar de Saul, pero Dios lo desecha, El ve mucho mas profundo de lo que nosotros contemplamos, y no le impresiona tu cuerpo, el tono de tu piel. Ni el color de tus ojos; ni siquiera tu gran estatura, ni la marca de tu ropa. ¡Para conquistar el corazón divino necesitamos mucho mas que buena presencia y linda figura!

III. Abinadab fue el segundo en entrar a la pasarela, no gozaba de muchos atributos, ni de gran porte, como muchos de nosotros, que realmente somos del promedio; lejos estamos de los modelos, en la escuela se rieron de nosotros por ser muy flacos, o gordos, por ser bajitos o demasiado altos, por lucir morenos o muy blancos. En la pasarela de la fama simplemente no pintamos y si a esto le añadimos poca inteligencia y un corazón acomplejado, simplemente como Abinadab no la pasamos!

IV. Sama fue el tercero en ser introducido, me lo imagino con un gran carácter, despierto y bonachón, abierto y platicador; conquistaba al mundo con su sonrisa y buen humor, aunque no fuera tan agraciado; El profeta debió pensar, este tiene que ser, con ese carisma ¡conquistaría hasta sus enemigos!; pero si nos parecemos a El, necesitamos entender, que a Dios no se le gana, con chistes y bromas; que nadie impresiona al cielo con su buen carácter e increíble personalidad; definitivamente que hay algo en lo profundo que Dios busca y frecuentemente no lo tenemos, por lo que Sama también sería desechado.

V. Los siete hijos pasaron y ninguno fue seleccionado; simplemente no cumplían con el «gran estándar», cuando se trata del don del cielo, solo a tipos especiales, puede dárseles con generosidad; y es allí donde aparece, un simple jovencito, ¡sin pena ni gloria!, el borregero y chivero de la familia, al que nadie daba un cinco por su futuro y es llamado con urgencia, nadie se sentaría a comer hasta que el se presentará; ¡increíble cuando Dios nos llama, gente sin fama, ni abolengo, pero con un gran corazón para que El lo use!

VI. «Este es mi elegido, levántate y conságralo» fue la orden para Samuel, en cuanto entro un tímido adolescente, lleno de espinillas y con su piel quemada por el sol; aunque es descrito rubio, de hermosos ojos y bella presencia; pero sin lugar a dudas era su corazón el que había impresionado al Señor, uno con nobleza, fidelidad, lealtad y sobre todo pasión y amor a Dios; el dulce cantor de Israel, mas adelante se habría nombrado; un hombre que vivía una vida de adoración y alabanza, que con su arpa componía las mas bellas melodías y quien por 40 años dirigiría la nación Israelita en su mejor y mas grande época.

VII: si no eres el elegido para el puesto principal, te puedes enojar y frustrar, pero porque no disfrutar siendo el hermano del rey, porque no apoyar a quien va en primer lugar; no todos nacimos para reyes,muero si para príncipes, no todos iremos al frente, pero podemos sostener y respaldar a los que pelean en las primeras filas. Dios ve también esa actitud de solidaridad y contentamiento, de amor desinteresado y eso si que resulta en la mayor bendición, porque al final de cuentas, todos somos parte del equipo divino, ¡aunque no todos metamos los goles!

Conclusiones. David no fue perfecto, traiciono, adultero y asesino tan cruelmente; pero ¡era un hombre conforme al corazón de Dios! y eso le valió para nunca ser desechado, como le había pasado a sus antecesor; si nuestro corazón es sincero y humilde para el Señor, nuestra vida puede tener altibajos, grandes errores y equivocaciones, pero al final, concretaremos nuestra visión y llamado; triunfaremos en la «pasarela del éxito», en la carrera del reino, en la conquista de las más grandes bendiciones. Al Señor no le interesa, tus dones y talentos, tus habilidades y dinero, tu fama y linda figura, es tu interior el que debe brillar, tu corazón el que termine alabándo y «Derritiendo» el suyo.
La petición divina es y siempre será la misma: «Dame hijo mío tu corazón y miren tus ojos por mis caminos»

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